Tampoco consiguieron mayoría absoluta en Castilla y León y, aunque ganaron, pasaron de poder manejar a unos socios de gobierno en extinción a depender del que ya es el principal rival ideológico en la derecha. Y no, no han adelantado elecciones en Andalucía por lo que pueda pasar, ni han revertido el ciclo político, ni se atreverían a pedir un adelanto electoral porque ahora mismo igual se hundirían en voto.
Al contrario: de las dos semanas que deberían haber cambiado el ciclo político para preparar el posible regreso del PP a la Moncloa hemos pasado a una crisis sin precedentes que podría acabar en otra refundación del partido. Y todo porque lejos de conseguir matizar el éxito electoral de Ayuso en la Comunidad de Madrid, el PP se ha abierto en canal en lo que ya es un proceso de destitución indisimulado. ¿De quién? Está por ver, pero quizá de ambos.
Antes de que se desencadenara la tormenta,
en la carta que te envié el martes, hablaba de variables políticas que condicionarían el futuro del PP. Permíteme la autocita, me hace ilusión acertar con alguna previsión de vez en cuando:
La primera es si el fenómeno Ayuso aguantará hasta el año que viene (antes de las generales habrá autonómicas), lo cual no sólo dependerá de sus rivales externos sino también de ver si Casado es capaz de debilitarla (si quiere, si puede y si se atreve).